Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento.
“Ser libre” quiere decir: No obrar por coacción;no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.
La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable “que hace el matrimonio” (CIC, can. 1057,1). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.
El consentimiento consiste en “un acto humano, por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente” (GS 48,1; cf CIC, can. 1057,2): “Yo te recibo como esposa” – “Yo te recibo como esposo”.
Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos “vienen a ser una sola carne” (cf Gn 2,24; Mc 10,8; Ef 5,31).
El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes.