La gran mayoría de los matrimonios católicos deciden renovar en algún momento de sus vidas sus promesas matrimoniales.
Este tipo de celebración litúrgica suele tener lugar cuando coincide con algún aniversario importante, bien sea las bodas de plata o de oro o simplemente que la pareja decida celebrar un momento especial, significativo para reavivar el Sacramento.
La Iglesia no tiene ninguna norma que diga cuándo se debe hacer.
En la ceremonia litúrgica presidida por un presbítero, los esposos renuevan sus votos de fidelidad, amor y respecto, tres compromisos que asumieron el día de su boda.
En esta ocasión, la Iglesia propone varias fórmulas, como: «Bendito seas Señor, porque ha sido un regalo tuyo recibir a …… por mujer (o por marido)». Luego ambos dicen: «Bendito seas, Señor, porque nos has asistido amorosamente en las alegrías y en las penas de nuestra vida. Te pedimos que nos ayudes a guardar fielmente nuestro amor mutuo, para que seamos fieles testigos de la alianza que has establecido con los hombres».
Es válido que el sacerdote bendiga los anillos que se utilizaron el día de la boda, pero también pueden tener alianzas nuevas. La ceremonia concluye con una bendición de los esposos en la que se recuerda los pasajes del Génesis en el que Dios creó al hombre y la mujer.
No es casarse otra vez, porque eso no es posible, sino que renovación de las promesas matrimoniales es una señal, un signo de que efectivamente hay en la pareja el esfuerzo y el interés por estar siempre en el camino del Señor.