Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida. El Papa Francisco habla de la familia en la encíclica “Laudato si”.
La sitúa entre los ámbitos educativos junto a la escuela, los medios de comunicación y la catequesis.
Donde se colocan las semillas que pueden producir efectos a lo largo de toda una vida, es en la familia, escribe el Papa, dónde “se cultivan los primeros hábitos de amor y cuidado de la vida, como por ejemplo el uso correcto de las cosas, el orden y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de todos los seres creados”.
La familia es el lugar de la formación integral, donde se desenvuelven los distintos aspectos, íntimamente relacionados entre sí, de la maduración personal.
En la familia dice el Santo Padre se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “Gracias”, como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño.
Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea, dice el Papa Francisco.