Vivimos en un mundo desordenado que lleva tiempo atacando a la familia como institución. A la fuerza quieren imponer la ideología del género en todos los lugares: Escuelas, ambiente de trabajo, medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales, incluso, en grupos de identidad eclesial.
En algunas conversaciones con amistades se siente la resignación, el lamento y hasta el miedo. Los que defendemos la verdad tenemos claro que el centro es Jesucristo y estamos llamados a ir a su encuentro desde distintos caminos, eso sí el mejor es el Evangelio.
Frente a las dificultades que plantea la coyuntura actual, debemos estar persuadidos por Dios. De hecho, evidentemente hay que dar la batalla en la defensa de la fe y esa es una responsabilidad propia de todos los creyentes de cualquier edad y condición.
También podemos decir que es una corresponsabilidad entre los párrocos, padres de familia, catequistas, laicos y todos los ministerios que trabajan por amor Jesús y a su Iglesia.
Mientras mas atacan a la familia mayor debe ser el compromiso de reconocer y defenderla como la gran escuela de la vida y luego está que es allí donde se forman las iglesia domésticas.
Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. Como iglesia doméstica, la familia está llamada a anunciar, celebrar y servir el Evangelio de la vida.
Son los esposos los que están llamados a transmitir la vida y es urgente que la familia misma sea ayudada y apoyada. “En sus momentos fuertes y en sus pasajes difíciles, somos confiados los unos a los otros, para que cada uno de nosotros en familia sea cuidado por el amor de Dios”. SS Francisco, Audiencia general del 26 de agosto de 2015.
José J Carroz