Las primeras palabras de “Laudato Si” son en italiano y se traducen como “alabado seas”.
Forman parte del “Cántico de las criaturas” de San Francisco de Asís que apertura la encíclica en la que el santo alaba a Dios meditando sobre la bondad del sol, el viento, la tierra, el agua y otros tesoros naturales.
San Juan Pablo II se ocupó de este tema con un interés cada vez mayor. En su primera encíclica, advirtió que el ser humano parece “no percibir otros significados de su ambiente natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo”, dice la encíclica.
Benedicto XVI renovó la invitación a “eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”.
El Papa Francisco dice en su encíclica que “el desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar”.
Agrega, que “El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común”, refiere Su Santidad.
En Laudato Si’, la visión del Papa Francisco es que se tenga un enfoque integrado de la preocupación por todas las personas y el medio ambiente el cual tiene sus raíces en las Escrituras y en la historia del pensamiento católico, en particular en la tradición de la Doctrina Social Católica, que se remonta a finales del siglo XIX.
“Laudato Si” describe los pasos que una persona católica puede dar en el proceso de conversión ecológica. Entre ellos está la oración y la contemplación, el aprendizaje de la naturaleza, la observancia del día de descanso sabático y la reducción de la participación en las formas materialistas de la cultura del consumo.