Una persona divorciada y vuelta a casar no pierde su condición de bautizada, sino que continúa siendo miembro de la Iglesia y si aman a Dios pueden seguir cultivando un estilo de vida cristiana.
El Papa Francisco, se ha referido a este tema de la siguiente manera:
“La doctrina de la Iglesia sobre las segundas nupcias de los divorciados (CIC, número 1665), puntualiza que estas personas no están excomulgadas y no deben ser tratadas como tales, ya que siguen formando parte de la comunidad eclesial» (Amoris Laetitia, 243).
José Angel y Andrea, se alejaron de la Iglesia, porque no pueden recibir la Eucaristía, debido que han contraído matrimonio por segunda vez civilmente, (Código de Derecho Canónico, no 915) y además contradice objetivamente la ley de Dios.
¿Qué sentido tiene ir a misa y no recibir la comunión? ¿De qué manera podemos recibir a Jesús? nos preguntaron José Angel y Andrea.
La Iglesia acoge con misericordia a todas las personas que no pueden comulgar. Hemos visto cómo en muchas parroquias de los Estados Unidos, en el momento de la Comunión, las personas que no pueden recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, se acercan hasta el sacerdote con los brazos cruzados para recibir una bendición.
Esta es una práctica que existe desde hace años en numerosas iglesias de distintos países. No es solo en Estados Unidos, sino en los escandinavos también se permite este gesto público, que muchas veces ayuda a que esas personas sigan avanzando en su camino para seguir a Jesús.
A esto debemos agregar que quienes están en la misma situación de José Ángel y Andrea y tienen hijos, es importante educarlos sobre la verdad y el cumplimiento del Plan de Dios.
Sobre la pregunta de cómo recibir a Jesús, debemos mencionar que hay muchos caminos para ver el rostro de Nuestro Señor.
Asistiendo a misa aunque sin comulgar, escuchando la Palabra de Dios, dedicar tiempo a la Adoración Eucarística, estar en oración, hacer obras de caridad, de penitencia y además deben seguir educando a sus hijos en los valores cristianos.
San Juan Pablo II dejó un documento relacionado con “La Reconciliación y de la Eucaristía”, donde se señala que la Iglesia desea que estas parejas participen de la vida de la Iglesia hasta donde les sea posible, tal como lo explicamos en el párrafo anterior.
No deben alejarse del camino de Jesús. Asistir a Misa, a la Adoración Eucarística, tener una participación activa en las devociones y estar vinculados a las pequeñas comunidades, sirve de gran ayuda espiritual a las personas divorciadas.
También como bien lo explicó San Juan Vianney: “Si estamos privados de la comunión sacramental, reemplacémosla, en la medida de lo posible, por la comunión espiritual que se puede hacer en cada momento; porque debemos tener siempre un deseo ardiente de recibir a Dios”.
Además, hay que tener esperanza en la ley de Dios y en las disposiciones de la Iglesia, que protegen amorosamente a la familia. No podemos torcer las palabras de Jesús acerca del matrimonio, el divorcio y el volver a casarse (Mc.10:2-12; Lc. 16:18; Mt. 5:31-32; Mt. 19:3-11; 1 Cor. 7:10-11, 39; Rom. 7:2-3).
Jesús perdona nuestros pecados cuando estamos arrepentidos y lo hace por su inmenso amor que nos tiene. Ahora bien, Jesús (1 Cor 7: 39 y Rom. 7:2,3), nunca dio el derecho a volver a casarse a alguien después de un divorcio cuando su cónyuge aún vivía.
La iglesia no busca juzgar a nadie. Solo preserva que los cónyuges sean responsables con los votos matrimoniales.
A las parejas que tienen una condición similar a la de José Angel y Andrea, les decimos que busquen vivir en el amor de Dios, Él camina con cada uno de nosotros y nos regala siempre fe, esperanza y caridad.
Ánimo!!
Lorena Criollo y José Javier Carroz
Caminando como Discípulos Misioneros Digitales